Siéntate sin cruzar las piernas con los pies reposando en el suelo.
Dirige tu atención al corazón. Coloca una mano encima de la otra
sobre el y a continuación suéltalas. Luego pon las manos sobre las
rodillas con las palmas hacia arriba. Relájate y respira con suavidad.
Di estas palabras a tu alma y cuerpo: «Paz, aquiétate». Repítelas tantas
veces como quieras, en múltiplos de tres, mientras te visualizas rodeado
o rodeada de la luz morada, oro y rubí de los ángeles de la paz.
Respira hondo. Al espirar abandona a la luz tus preocupaciones. Observa
cómo se disuelven al mero contacto. Luego inspira, y ve cómo la luz se
precipita llenando el espacio donde había el pesar del que te has desprendido.
Repítelo tres veces.
Recita la oración de San Francisco.
Señor,
hazme un instrumento de tu paz.
DONDE HAYA:
odio, déjame sembrar amor;
ofensa, perdón;
duda, fe;
desesperación, esperanza;
oscuridad, luz; y
tristeza, alegría.
Oh Maestro Divino,
concédeme que no busque tanto ser consolado como consolar; ser comprendido
como comprender; ser amado como amar.
Porque es al dar que recibimos, es al perdonar que somos perdonados
es al morir que nacemos a la vida eterna.
Después, di tres veces:
¡Arcángel Uriel y ángeles de lo paz, acepto el don de la paz en mi corazón en mi
Amén 🙏 gracias mis ángeles de Dios